LA
EDAD Y LA COMPETENCIA
En
general las formaciones de grupos para las competencias
ya sean escolares, recreativas o atléticas, particularmente
en niños y adolescentes, se lleva a cabo a partir
de las edades cronológicas (años) no tomando
en cuenta para estos fines las edades biológicas
(maduración). De este modo los jóvenes
son asociados unos contra otros a partir de sus edades
cronológicas y, si bien la caracterización
sobre esa escala puede ser práctica es también
biológicamente defectuosa, provocándose
errores a la hora de las evaluaciones y análisis.
El criterio más fiable para estimar la edad biológica
es la maduración ósea aunque esta investigación
tiene el inconveniente de requerir estudios complejos
con rayos x siendo ello de difícil aplicación.
Métodos más simples tales como las mediciones
de la masa corporal 2 veces al año y la observación
del desarrollo de las características sexuales
(vello púbico en el varón y 1ra menstruación
en la mujer) hacen más rápidos y factibles
los controles.
El crecimiento varía notablemente en la especie
habiendo casos de jóvenes de la misma edad pero
con características evolutivas completamente
diferentes. Ello guarda relación con un parámetro
denominado velocidad máxima de crecimiento (VMC).
Se puede decir que la VMC se da, en promedio, a los
12 años para las niñas y 2 años
más tarde para los varones. El crecimiento acelerado
en la adolescencia tiene un profundo efecto sobre el
rendimiento físico, de allí que sea injusto
clasificar a los deportistas según su edad. Un
individuo que se ha desarrollado rápido puede
hallarse en la clase más alta de la categoría
atlética provocando que padres y entrenadores
lo cataloguen como un verdadero talento deportivo y
que, tras un corto periodo de tiempo al equipararse
en el desarrollo con sus pares, comprueben la falsedad
de tal pensamiento y, además, ello puede ser
traumático para el deportista al ver que la estima
por parte de sus pares se esfumó.
El
individuo que madura pronto puede equivocarse al elegir
una disciplina en virtud de su altura y que verdaderamente
tenga talento para otra especialidad que nunca intentó
y en la que la altura no sea un prerequisito esencial.
Por lo tanto es menester estimular a los niños
y adolescentes a no solo ser físicamente activos
sino también a probar muchos deportes distintos.
En
este orden, entonces, hay que pensar en la salud y saber
que durante el crecimiento existe una disociación
entre la formación de la masa ósea y la
mineralización de la misma. Por otra parte los
comúnmente vistos dolores de crecimiento que
tienen que ver con los extremos de los huesos largos
pueden tener consecuencias desastrosas si se desarrollan
trabajos de sobrecarga extrema. Una especialización
prematura puede no ser favorable al intensificarse los
entrenamientos; las carreras de resistencia (maratón)
constituyen un típico factor de tensión
ya que cada paso es un microtraumatismo acumulativo,
por ello deben prohibirse las maratones en niños
y adolescentes hasta los 17 años.
De esta información surge la importancia de evaluar
con la metodología disponible el grado de maduración
de los deportistas jóvenes a fin de orientarlos
hacia la práctica de las actividades físicas
más convenientes teniendo en cuenta que se deberá
inducirlos a ejercicios variados y llevarlos a especializarlos
en el momento oportuno.
Dr. Jorge Osvaldo Jarast
www.cardiofitness.com.ar