El
EJERCICIO...
¿AUMENTA LA INMUNIDAD?
Cada
vez más parecen ser los beneficios de la práctica
regular de actividades físicas sobre el organismo
humano. Actualmente el acento se ha concentrado en la
inmunidad teniendo en cuenta que en ella se basa la
potencial predisposición o defensa contra las
enfermedades. Las últimas investigaciones están
demostrando un papel del ejercicio físico ya
sea mejorando o deteriorando el estado inmunológico
del organismo dependiendo, fundamentalmente, de la intensidad
con que se lo practique.
En principio existe una percepción general de
que el entrenamiento crónico basado en planes
de ejercicio de intensidad moderada y regular parecen
mejorar a la vez que los ejercicios de alta intensidad
parecen empeorar, la resistencia de las enfermedades
menores de las vías respiratorias altas. Mientras
que el número de células inmunológicas
no cambia durante el ejercicio leve a moderado, la nueva
evidencia sugiere que la exposición a periodos
prolongados de ejercicio intenso podría derivar
en un deterioro de los parámetros inmunológicos
tales como un significativo y pronunciado aumento y
función de los glóbulos blancos, una alteración
de los niveles de inmunoglobulinas y, posiblemente,
de la actividad de las células citotóxicas
asesinas que posee el cuerpo humano naturalmente.
Asumiendo que los atletas no son clínicamente
inmunodeficientes, las estrategias de prevención
plantean el compromiso de evitar el sobreentrenamiento
y disponer de adecuados periodos de descanso y recuperación
durante los entrenamientos y luego de la competencia
a la vez que tener una buena alimentación con
altos contenidos de vitamina C y de 2 aminoácidos
como son la glutamina y la arginina, componentes básicos
de las proteínas. La relación estaría
dada porque el ejercicio intenso induce a una disminución
de la circulación plasmática de la glutamina,
de ahí la importancia de la suplementación.
Afín al área nutricional, es de destacar
que una dieta baja en grasas y alta en carbohidratos,
como se suele ver en deportistas de elite, tiende a
empeorar la función inmunológica e incrementa
el stress oxidativo ya que los lípidos son potentes
mediadores del sistema inmune y pueden modular el efecto
inmunosupresivo del ejercicio extenuante.
Una controversia se plantea debido al hecho de que hay
reportes en el mundo entero sobre el daño ocasionado
por el ejercicio agudo en la función de las células
inmunológicas. Contrariamente se conoce el efecto
beneficioso del ejercicio en la reganancia de la salud
cuando una persona se encuentra afectada por una enfermedad
dada. Lo cierto es que, al presente, el ejercicio agudo
provoca, inmediatamente después de finalizado,
una alteración del pool de células blancas
responsables de un deterioro del sistema inmune que
se va recomponiendo varias horas después, usualmente,
en 24 horas.
Los estudios llevados a cabo en maratonistas demuestran
que los riesgos de infección de vías respiratorias
altas se incrementan durante los periodos de entrenamiento
intenso y durante los días inmediatos posteriores
a la competencia. Estos riesgos, incluso, son mayores
que los de las personas sedentarias llegándose
a la conclusión que la intensidad moderada es
la clave en cuanto a inmunidad se refiere. Esto no hace
más que confirmar que los mayores beneficios
de la actividad física están relacionados
con una dosis equilibrada de la misma, particularmente,
vinculada a una intensidad moderada equivalente a un
60% del consumo de oxígeno máximo y de
condición aeróbica.
Dr. Jorge Osvaldo Jarast
www.cardiofitness.com.ar